Intersticios


Dolores Etchecopar
El deslumbramiento
Hilo Editora, 2019


Leer es un modo de mirar. De detenerse en una palabra, en una línea. Dejarse atrapar por ese instante en que el poema abre algo en nosotros. Y eso que abre se toca con la herida. Ahí nos dice de manera única. Y lo queremos atrapar. Por eso subrayamos. Marcamos ese cuerpo para apropiarnos de él. Para decir con él.  Agradecemos ese instante. Esa especie de iluminación en el que como lectores somos el fantasma  del que escribe. No haré más que recorrer con mi mirada ese deslumbramiento. Todas las palabras pertenecen a Dolores Etchecopar Los intersticios para mirar son míos. También los hilos para unir su herida con la mía.
Permanecer en el murmullo
aunque las palabras se vayan solas/ girando hacia otra luz su rara flor//
Decidir rápido si verter miel o veneno/ si matar o agradecer//
Zumbidos dorados/ se mueven dentro del deslumbramiento/las abejas saben vivir//
Hay por aquí un niño que hace un panal de preguntas/después mira dentro de las celdas cómo se dañan los silencios/ y empieza a correr el tiempo de la congoja.
La que escribe no ignora  que al cuaderno también entran las abejas/ entonces hay que separar el aguijón de la letra/ pero algunas palabras llegan muertas/ otras, moribundas/el aguijón que se entrevera con las letras no puede extraerse… hay que acercar el oído/ al obrar de las abejas   ese néctar/ que liban de una flor hostil/ las abejas y las palabras. Aprender a escuchar / acercar el oído como si cada palabra se tratara de un rumor o de una caracola.
Permanecer en el murmullo
Ignorando que miraste una y otra vez detrás de la tristeza//
Libélulas, dicha breve de vuelo crujiente / calma que precede a la tormenta/ en medio del susurro de las flores. ¡Ah, ni el ojo de la tormenta destruye algo tan frágil!
en el mundo todo se muestra intricado y turbio/ salvo las abejas y el dolor/que relucen crudos/ evidentes//
La que escribe sabe, con la maravillosa Louise Glück, que miramos el mundo una sola vez, en la infancia/ el resto es memoria. Por eso tal vez, a manera de mantra, lo elige como epígrafe de su libro.  Tal vez por eso, porque nos remite a la infancia, el niño vaga entre sus páginas.
El viento puede criar un niño/ fabular/ bailar/ arrebatar/ derribar/ puede arrancar de raíz/ todo lo que crece lejos de la infancia/ si el viento puede criar un niño/si el viento sopla/ roguemos//
La casa tiene una zona árida// en alguna habitación se soltó la noche// un monstruo salió de un cuento/ que al morir de la madre quedó abierto// el niño lo recibe y no sabe qué hacer con él// A veces se produce el prodigio: cuando el niño abre las manos sale volando el cielo/ con las abejas  y su rayo/entonces el niño, que nació del silencio, y el monstruo se encuentran en el oscuro fulgor de la casa//
La que escribe/ alguna vez soñó que recordaba el mundo/ un mar oscuro/ y el temblor de una mariposa/ que mantenía todo a flote/ en medio de la catástrofe.
A ella le fue dado llevar a la ceremonia un tallo sin rosa/ sus espinas afiladas/ resguardan con fervor/ el vacío radiante.
Niñez que conoce las espinas del tallo sin la rosa. Lo agudo e intenso del dolor. Pero fue antes. Mucho antes empezó a rotar/ el huso de la pena/ a hilar  nuestros vestidos. Orfandad. La silla vacía de la madre. Hay un ruego conmovedor en la orfandad: abejas en la luz absortas/ cabeceo de azucenas/ fragancias/ dicha rasando el suelo de la tristeza/ hazme lugar.  ¡Ah, la naturaleza: abejas, libélulas, azucenas, nubes, colibríes… ese refugio!
Orfandad – tristeza – honda pena - pérdida inmensa - espinas – ruego – manos que se abren y el temblor de una mariposa/ que mantenía todo a flote.
Permanecer en el murmullo
El leve temblor de la palabra entre aguijones y súbitos resplandores.
Ella apaga las luces de la casa/ el niño se vuelve oscuro con la casa. Ella dice: duermo en el regazo de la tristeza/al son de los residuos que barre el viento/trozos dispersos de la memoria que se deshace/ y que yo arrojo al sueño/ como a un perro hambriento// la estrella rota del amor ilumina ciertas zonas/ otras quedan a oscuras//
Un zorro que salta desde la negrura. Desde allá. Desde aquella lejanía/mantiene cerrados los ojos/ por un fulgor desconocido/ mientras las abejas sujetan/ a una finísima rama de su pecho/ el corazón del mundo//
Ah, los recuerdos que permanecen atados al palenque/ ella va a soltarlos de a uno / alguien habrá que los reciba/ alguien hará con ellos una memoria nueva.
Una memoria nueva. Unir los fragmentos de manera distinta. Resignificarlos. Exorcizar así todas las muertes. Las abejas esparcen el polen precioso/ nadie sabe si caerán/ sobre las palabras que piden curación.
El niño tiene un hermano alto y muerto//quiso envolver en hebras de silencio azul / a la madre allá arriba/ tan sola.
La que escribe dice: hay agua preciosa en la tristeza/de hoja perenne tan viva/que nada de mí la desprende…sin embargo baila el viento de la memoria/ y te conmina a vivir/ dentro del sonido acuciante del fin.
El río que me ahoga está solo con mi orilla/ les dije/ y desde ella yo me llamo cada día…
El borde de la pena es el borde del amor//el amor y la pena viven juntos//es en penumbra que recuerdan /algo vino/ y cerró las ventanas/ por las que el bosque cantaba.
Amor – dolor. Materia viva. Materia de la vida. Se maravillan el amor y la pena/ a través del aire lastimado/ una y otra vez/ el bosque cantaba.
A veces un recuerdo se sienta a mi lado/ lo que tenía para decirme/ se desvaneció en el aire de los días// Nos miramos el recuerdo y yo/ perplejos   desconociéndonos/ Unidos apenas por el brillo del anzuelo / que hasta aquí nos trajo.
Hay cosas que regresan impávidas/ como si aquí nada hubiera pasado: un nido de zorzal caído desde lo alto/el viejo percherón,  que sigue subiendo una y otra vez la rampa del camión del matadero.
La que escribe dice: mejor que la muerte no aparezca al final del poema//mejor que al final haya algo que nos invite a quedarnos/ que resurja del fondo oscuro una luciérnaga/ o el hocico de un zorro/que se escuche un rumor de follaje y pastizales/ pequeñas cosas que están sucediendo constantemente/ y embellecen el mundo…
Irse despacio del bramido/ irse despacio de la tristeza/ irse despacio/ de la mano/ de la hermosura.
Baldear los escombros/ baldear lo perdido/ una casa baldía/ un derrumbe diáfano para cuando despierten las palabras.
Que así sea. Que nos asista la belleza para elegir una y otra vez el rumor de lo que nace.
                                                          
                                                                                   Nélida Cañas
                                                            Córdoba, 17 de enero de 2019






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