Apostillas para la lectura y la escritura

Nélida Cañas

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Leer con atención. Recibir lo otro, lo diverso, con apertura. Sin preconceptos. Como a un niño recién nacido.

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Dejar que lo leído nos atraviese como un rayo de sol. No intentar leer qué dice, sino qué abre en nosotros.

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Leer es un proceso solitario. De atenta escucha. Una escucha que nos involucre de una manera íntegra. Porque para leer a otro se requiere, como quería Franz Kafka, de una apertura total del cuerpo y el alma. Ahí, en esa entrega, se produce un diálogo productivo con el autor.

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El lector instaura un diálogo creativo con el autor. De ahí que haya tantos autores como lecturas posibles.

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Cada lector debe albergar en sí mismo la posibilidad de lo inesperado.

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Leer es buscar. Y, desde luego, no siempre la busca es un encuentro.

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Se trata de hacer de la escucha un acto que la trascienda y nos reúna con el otro en un diálogo pródigo, generoso.

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La poesía y el microrrelato exigen lectores cómplices. Capaces de soportar la ambigüedad, la elipsis, lo incompleto.


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Escribir microrrelatos no es fácil. Brevedad y concisión, dos de sus características, no nos habilitan a escribirlos sin compromiso. Si no es fácil su escritura, tampoco lo es su lectura. Una novela, por ejemplo, propone un universo, por complejo que sea, al que ingresamos en la primera página y salimos en la última. La lectura de micros nos propone un universo en cada página. Un universo en que nos quedamos rumiando sentidos. Y nos exige nuevas lecturas.


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Lectura y escritura son las caras de una misma moneda. Ahora bien, se puede ser un gran lector sin escribir. Pero no se puede ser un escritor sin leer.

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Cuando leo y escribo acerca de lo que leo lo hago como una lectora apasionada. Una lectora que no pretende interpretar qué dice el autor, sino qué abre en mí. Qué zonas me permite transitar a su lado. Qué asombros y qué sueños descubriremos juntos.


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Escribo en los intersticios. Con hilachas de tiempo y pequeñas iluminaciones. Conjugué vida y escritura en un vínculo indestructible y generoso.

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Toda lectura nos nutre como un viaje lleno de constelaciones inesperadas. Nos abre a lo diverso. Nos permite conocer y comprender. 

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Finalmente, recuerdo a Herman Hesse: Toda verdadera lectura secretamente nos remite a nosotros mismos. 



 San Salvador de Jujuy, junio de 2018