El libro de los seres no imaginarios



El libro de los seres no imaginarios es un "minibichario" en el que se invitó a algunos minificcionistas a escribir sobre algunas imágenes. Fotografías de Enrique Ramírez García, Beatriz Hernández Meza y Alejandro Boneta.


Palomilla 
– un cuento zen -
Agustín Cadena
Entró a la casa atraída por la luz de una vela. Una vez adentro, vio que en la habitación contigua había dos velas y voló hacia allá. Estaba disfrutando ese doble regalo cuando se dio cuenta de que en la habitación siguiente había tres velas. ¡Más luz!, demandaba su espíritu. Evolucionó hacia una estancia donde había un foco de luz eléctrica, luego a un gran salón lleno de candiles. Cuando pensó que casi había alcanzado la iluminación y que la cámara siguiente la recibiría con la luz más grande, la Luz absoluta, la palomilla descubrió que la puerta de salida daba al exterior de la casa y más allá sólo había oscuridad: la Oscuridad.


La libélula
Lorel Manzano

El experimento: largo clavo azul, cuatro alas de arena, miles de ojos, las manos huesudas de la calaca. Ahora una bombilla. De sus hilos de luz se desprende una libélula que sale volando a 85 km por hora. El naturalista corre tras su bicho rumbo al bosque, pero las piernas del humano nada pueden hacer en esos casos. No importa, científico necio que resbala, tropieza, se tuerce un tobillo, pero no se rinde, ni suelta la red. En su obstinación sólo piensa en los ojos facetados de la libélula que pueden ver el mundo en un ángulo de 360°. Me ve y se burla, piensa. La libélula se detiene en seco, permanece quieta en el aire y cuando él llega, el animalito inteligente se eleva en vertical, derechita, alegre. Ahora vuela hacia atrás. Rápido. Rapidísimo. Se separa del ojo humano para siempre.


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Los Hijos de las Aguas Inmóviles
Úrsula Fuentesberain 
Te engañas al pensar que la tuya es la única inteligencia aquí. Somos nosotros los herederos de este mundo en ruinas.
Nuestros sabios han dicho: “Cuando esta Gran Gota de Rocío y Lodo pierda el Mosquitero Celeste que la envuelve, nosotros, Los Hijos de las Aguas Inmóviles, reconquistaremos lo que nos fue arrebatado por los hombres”.
La Gran Estrella será opacada por la niebla perpetua, tus alimentos morirán, tus guaridas se cubrirán de lama y liquen, perderás todo lo que antes era tuyo. El agua que bebías se convertirá en el cunero de nuestras larvas. Las encontrarás hermosamente serpenteantes, asidas a la superficie, con mandíbulas dispuestas, ojos ávidos: listas para la metamorfosis. Lo que a ti te toma salir de la cama por la mañana es lo que tardan ellas en desarrollar alas.
Cada nueva generación nace inmune a tus últimos escudos. Ni tu más potente arma podrá contra nuestra más grande virtud: perseverar hasta la muerte.
Tu sangre pasará a ser propiedad de nuestras hembras. Ellas te ordeñarán hasta vaciarte. Tu cuerpo acarcasado bajo la lluvia perene será la incubadora de nuestros hijos.
Cada uno de nosotros es una neurona en la gran mente colectiva que somos. Un único ojo omnividente que te acecha desde el rincón más oscuro, que perturba tus sueños, que te infecta y te enloquece.
Espéranos esta noche. Te susurraremos al oído que el diluvio se acerca.

Vivir, un canto de abejas  
 Alfonso Pedraza

En el verdor del prado mi niña da unos pasitos tomada de mi falda, aún no habla, me da un beso y le canto: «Se oyen las abejas zumbar en el jardín…».
El uniforme del colegio hace ver linda a mi niña, me trae una flor, me la coloca en el pelo, me da un beso y cantamos: «… cogeremos una que zumbe para ti…».
La música calma mis angustias y dolores, mi niña deja su valija en el piso, coloca un chal sobre mis hombros, me da un beso y cantamos: «… zum, zum, zum, déjame salir…».
Mi niña empuja la silla y me conduce adentro. Su hija me da un beso y cantamos: «… zum, zum, zum, ya te puedes ir».



Se puede tener un breve recorrido en el siguiente link:
https://www.ficticia.com/src/elements/products/157/pages/leer_157.pdf

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