Algunos microrrelatos de Julio Ricardo Estefan




JULIO RICARDO ESTEFAN, La excepción a la regla y otros microrrelatos, La Aguja de Buffon, San Miguel de Tucumán, 2009, 64 páginas.

Cuestión de tiempo 

Cuando perdió el reloj (y la mano con él) estuvo seguro de que, de ahí en más, el cocodrilo no volvería a sorprenderlo, merced al tic-tac que precedía sus ataques. Lo que Garfio no había previsto es que a él se le acabaría la cuerda al mismo tiempo que al reloj. 

El ciego 

a Julio César Estefan 

Caminaba mi padre por la diagonal de la plaza de Aguilares cuando vio a Héctor, con su bastón blanco, parado a orillas de la acera, esperando para cruzar la avenida Sarmiento. Atento, lo saludó y, tomándolo del brazo, le dijo: "Vamos, ahora podemos cruzar". "Esperá, hermanito, que ahí viene una camioneta", le contestó, sin moverse del lugar. El semáforo colaboró deteniendo el tránsito. "¿Qué hacés, chango?", saludó Héctor al conductor que, para asombro de mi padre, efectivamente era un joven. Al final, el ciego le ayudó a cruzar la calle.

El último acto 

Cada noche, el mago cerraba su función haciendo desaparecer un pañuelo. En la última función, en vez del pañuelo, desapareció el mago. Hace varios días que nadie sabe nada de él. Una joven guarda en su corazón una promesa de aventuras y de fama, pero quien más lo lamenta es el dueño del hotel y del restaurante del pueblo.



JULIO RICARDO ESTEFAN, Juegos de Superhéroes, La Aguja de Buffon, San Miguel de Tucumán, 2010, 84 páginas.

Juegos de Superhéroes III 

La Mujer Maravilla, indignada, con el pelo enmarañado y la tiara corrida, se levantó del suelo y, mientras se acomodaba su traje, le dijo al Hombre Araña:
-¡Peter Parker! ¿Cómo se te ocurre atraparme con tu telaraña? ¡No puedes usar tus súper poderes! ¡En el juego de "la pilladita" tienes que alcanzarme corriendo!

El escalón 

Lo primero que vi al entrar en la casa fue un cartel que decía: "Cuidado con el escalón". Inmediatamente recordé un letrero más conocido: "Cuidado con el perro" y el viejo chiste que hacíamos, agregando la frasecita: "No lo pise". 
Sin embargo, esta vez mi imaginación fue más lejos. Cuando levanté el pie para salvar el desnivel, el escalón gruñó con todas sus fuerzas y me lanzó una dentellada que, por poco, me hace trastabillar y caer. 

Opinión 

David la pega porque tiene onda
Goliat 

JULIO RICARDO ESTEFAN, La señal inválida, La Aguja de Buffon, San Miguel de Tucumán, 2011, 84 páginas.

El nombre 

Olvidó su nombre en forma intermitente, como cuando aparecía y desaparecía de su memoria, hasta que se curó de los espasmos y ya no supo cómo se llamaba. 
Durante un tiempo, la gente del pueblo continuó saludándolo por su nombre, pero él ya no contestaba. Y es sabido que, cuando alguien no devuelve el saludo, uno empieza a esquivarlo para evitar el desaire. 
Con los años, el pueblo también lo olvidó; y aquel que un día diera nombre a todas las cosas, para que existieran, como si nunca se hubiese ido, desapareció. 


Aviso clasificado 



La señora Samsa ruega a su hijo Gregor que regrese a casa; le asegura que ya no tendrá que enojarse ni discutir con ella o con su hermana Grete por la higiene de su cuarto; que precisamente ayer mató a ese horrible escarabajo que se ocultaba debajo del sofá.


La señal inválida 

Vi la señal cuando volvía desde el sur, por la autopista. Era un cartel pequeño, de color verde con letras blancas, que indicaba el acceso a la ciudad. Lo había visto infinidad de veces, pero esa tarde un detalle me llamó la atención: de las dos patas que lo sostenían, una era apenas un muñón de madera. Una señal inválida, pensé. 
Mientras tomaba la curva advertí el primer indicio de que algo extraño estaba sucediendo. Fue como la chispa de un rayo sobre la carrocería de mi automóvil y el paisaje cambió en ese instante. ¿Una puerta o un pliegue del espacio-tiempo? No lo sé. Pensé en la máquina de Wells y en la flor imposible; en el cuatro de Melquíades, donde el mismo lunes se repite eternamente; en el aleph de Borges, donde convergen todos los puntos del universo; y supe que esto era diferente. 
Desde entonces vivo esperando al autor que me rescate. 

http://rutanortelaguna.blogspot.com.ar/2011/10/esquirlas-de-julio-estefan.html




JULIO RICARDO ESTEFAN, La torre de papel y otros microrrelatos, La Aguja de Buffon, San Miguel de Tucumán, 2013,120 páginas.



Susto



— ¡Papá, papá! ¡Hay un hombre debajo de mi cama!
— Tranquilo, hijo. Tuviste una pesadilla. Recuerda lo que siempre nos dice tía Elvira: “¡Los hombres no existen!”.
Y el pequeño monstruito volvió a dormirse.




Los unicornios



Dicen que en el claro del bosque viven los últimos unicornios. La gente está inquieta: quieren capturar uno vivo y confirmar su existencia.
Dicen que para hacerlo, una doncella debe internarse en el bosque y el unicornio, dócilmente, saltará a sus brazos.
Una a una han enviado a todas la jóvenes del pueblo y cada una ha regresado con las manos vacías.
Por no descreer de las doncellas, dicen ahora que todo era un mito y el pueblo ha vuelto a la normalidad.
En el claro del bosque continúan viviendo los últimos unicornios, sin que nadie los moleste.




El señor Clemens y el cometa Halley


Cuando, en noviembre de 1835, el cometa Halley se acercaba a su perihelio, en Florida, un remoto pueblito de Missouri, nacía el niño Samuel Langhorne Clemens.
Curiosamente, 75 años después, cuando el cometa Halley estaba nuevamente en su perihelio, en su lecho de muerte, el señor Clemens anunciaba a sus deudos y amigos:
— He venido con el cometa y me iré con él.
El señor Clemens murió el 21 de abril de 1919, cumpliendo estrictamente con su vaticinio.
El mundo lo había conocido por sus asombrosas novelas de aventuras y por el famoso seudónimo con que las firmaba: Mark Twain.

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